El Gobierno de Pedro Sánchez ha cerrado con el primer ministro de Ucrania Volodímir Zelensky un paquete de 817 millones de ayuda urgente, el 75% en equipos militares. Curiosamente hay una partida de 100 millones destinada a la compra directa de armamento a Estados Unidos. De los 817 millones, el 75% (615 millones) corresponde a equipos militares que se entregarán antes de final de año: 300 millones en un lote de armamento de fabricación nacional; otros 215 a través del programa SAFE de la Unión Europea, que permitirá la producción de sistemas de defensa “muchos de ellos desarrollados por empresas españolas”, en palabras de Sánchez; y el resto, los citados 100 millones, a armamento estadounidense en el marco del programa PURL (siglas en inglés de “Lista de Requisitos Prioritarios para Ucrania”) de la OTAN. El acuerdo pone de manifiesto una vez más el sentido únicamente militarista de la “ayuda”, que ha venido acompañada de contratos de reconstrucción por parte de empresas españolas para la fase posterior de una guerra de la que no se ve el final.

De esta manera, se sigue aportando armas y munición a un conflicto en el que la Comunidad Internacional sigue demorando la presión para un alto el fuego inmediato, que termine con el sufrimiento de la población ucraniana que está padeciendo una invasión y un conflicto que se retroalimenta entre la lógica imperial de Vladimir Putin y los intereses económicos de Donald Trump.
El presidente Zelensky no es ajeno a este juego, los numerosos casos de corrupción que acompañan a su Gobierno es una parte más del negocio en el que han convertido un conflicto en el que la salida humanitaria está alejada de este tipo de acuerdos. Se trata de añadir más gasolina a un fuego en el que hay muchos intereses cruzados y se olvida a las víctimas inocentes de esta guerra. Por si esto fuera poco, Zelensky en su encuentro con el presidente francés, Emmanuel Macron, en París, logró cerrar un acuerdo “histórico” que incluye la compra de hasta 100 cazas Rafale.

Como CGT remarcamos nuestro antimilitarismo como parte esencial de nuestra solidaridad internacional con los pueblos. La clase trabajadora ucraniana está sufriendo un doble castigo. Por un lado, con la obligatoriedad de servir y morir en una guerra que se ha convertido en un juego de potencias, por otro, con la pérdida absoluta de sus derechos más fundamentales, entre ellos el de reunión y huelga.
Denunciamos como el Gobierno de España y la Unión Europea han entrado en un juego hipócrita: limitando el derecho de refugio para personas de otros conflictos y apostando casi en exclusiva por la ayuda militar para mantener en el mismo punto la guerra. CGT realizó en febrero de 2023 un llamamiento a la deserción de los ejércitos implicados en el conflicto, a la vez que también apoyaba y fomentaba las acciones de rechazo al mismo. En esa línea continuamos, apoyando a los pueblos que sufren cualquier tipo de opresión y colonialismo y denunciando a los que se lucran con el negocio militarista de las muertes de inocentes.

Ni guerra entre pueblos, ni paz entre clases

Secretariado Permanente del Comité Confederal de la CGT