Diagnóstico del movimiento popular en Chile: crisis de proyecto, responsabilidades del progresismo y el avance de la ultraderecha.

El movimiento popular en Chile atraviesa una crisis profunda que no puede explicarse únicamente como un reflujo coyuntural tras el ciclo abierto por el estallido social de 2019. Más bien, se trata de una crisis de carácter estratégico y político, marcada por la pérdida de un proyecto de masas capaz de articular demandas sociales, horizonte histórico y voluntad de poder. Esta crisis ha sido determinante para comprender tanto el desgaste del progresismo como el avance electoral y cultural de la ultraderecha, expresado en el triunfo de José Antonio Kast y en la creciente legitimación de su relato.

El estallido social reveló una acumulación de malestares estructurales: desigualdad, endeudamiento, precarización de la vida y una profunda desconfianza hacia las élites políticas y económicas. Sin embargo, esa irrupción popular no logró transformarse en un proyecto político coherente y duradero. La energía social fue canalizada hacia una salida institucional —el proceso constituyente— sin que existiera un movimiento popular organizado con capacidad de conducción política. En ese vacío, el progresismo asumió un rol de administración del conflicto más que de transformación estructural.

Una de las principales responsabilidades del progresismo chileno ha sido su renuncia paulatina a la construcción de poder popular. En nombre de la gobernabilidad, la moderación y el realismo político, se fue abandonando un discurso de cambio profundo para adoptar un lenguaje tecnocrático, fragmentado y defensivo. El progresismo gestionó expectativas que no estaba dispuesto —o no podía— cumplir, generando frustración en amplios sectores sociales que habían depositado en él la esperanza de una ruptura con el modelo neoliberal.

A ello se suma la incapacidad de la izquierda en su conjunto para construir un relato común. La fragmentación programática, las disputas identitarias mal resueltas y la desconexión entre agendas políticas y experiencia cotidiana de las mayorías impidieron la elaboración de un sentido compartido de futuro. Mientras los sectores populares demandaban seguridad material, estabilidad y dignidad, buena parte de la izquierda aparecía atrapada en debates internos, lenguajes excluyentes o prioridades percibidas como ajenas a las urgencias sociales.

Este vacío de relato fue aprovechado por la ultraderecha, que supo ofrecer una narrativa simple y eficaz: orden frente al caos, autoridad frente a la incertidumbre y nación frente a la fragmentación. Kast no triunfa únicamente por sus propuestas programáticas, sino porque logra interpelar el miedo, el cansancio y la desafección de sectores populares que ya no se sienten representados por el progresismo. La ultraderecha se presenta como una falsa respuesta a problemas reales, capitalizando el desencanto producido por promesas incumplidas y procesos políticos percibidos como lejanos o elitistas.

Además, el progresismo subestimó la dimensión cultural y simbólica de la disputa política. Mientras la izquierda se replegó a la gestión institucional, la ultraderecha avanzó en el terreno del sentido común, instalando marcos interpretativos sobre seguridad, migración y autoridad que calaron hondo en amplios sectores sociales. La ausencia de una pedagogía política popular y de una narrativa emancipadora dejó el campo abierto para que el malestar se canalizara hacia opciones autoritarias.

En síntesis, el estado actual del movimiento popular en Chile refleja una pérdida de horizonte estratégico, producto de la desconexión entre movilización social y proyecto político, de las renuncias del progresismo a impulsar transformaciones estructurales y de la incapacidad de la izquierda para articular un relato común que convoque a las mayorías. El avance de la ultraderecha no es una anomalía, sino el síntoma de ese vacío.

Superarlo exige reconstruir un proyecto político de masas, enraizado en las experiencias populares, capaz de disputar tanto el poder institucional como el sentido común, y de ofrecer una alternativa creíble de futuro frente al miedo y la resignación.

Víctor (Movimiento Educativo en Resistencia).