La última propuesta de la CEOE y CEPYME de aumentar el Salario Mínimo Interprofesional (SMI) un 1,5 % para 2026, hasta los 1.202 € brutos al mes en 14 pagas, representa una insuficiencia flagrante frente a las necesidades reales de la clase trabajadora y a la evolución del poder adquisitivo en España. Dicha propuesta, presentada por la patronal como un movimiento “en línea con la subida de los empleados públicos” e incluso con los objetivos de la Directiva Europea de Salarios Mínimos, no solo está por debajo de la inflación registrada, sino que ignora deliberadamente las desigualdades reales en la distribución de la renta y la precariedad salarial extendida en nuestro país.

Según la propia patronal, el SMI actual ya supera el 60 % del salario medio neto —criterio que utiliza el Ministerio de Trabajo para su determinación— y por ello solo sería necesaria una subida mínima. Sin embargo, se trata de una lectura pobre si el foco lo situamos en las condiciones de vida reales de los trabajadores y trabajadoras, especialmente cuando se propone que el SMI comience a tributar en el IRPF, reduciendo aún más el salario neto percibido por quienes más dependen de él.

Una propuesta empresarial insuficiente y alejada de la realidad salarial

Desde la CGT ya advertimos que las políticas salariales generales —incluidas las subidas del SMI— sólo serán parches si no se vinculan a un proyecto de redistribución de la riqueza y de recuperación del poder adquisitivo del conjunto de la clase trabajadora. Y es que, en los últimos años, a pesar de un crecimiento macroeconómico sostenido, los salarios reales, -teniendo en cuenta la inflación- no han crecido o incluso han retrocedido para buena parte de la población asalariada.

El salario medio real en el Estado español era en 2024 todavía un 3,4% más bajo que en 2021. Al mismo tiempo, entre 2021 y 2024, los márgenes empresariales sobre el valor añadido bruto (VAB) aumentaron un 6.1%. Los datos muestran que los costes de la inflación se han repercutido sobre la clase trabajadora, conteniendo los costes laborales para las empresas y favoreciendo que aumenten sus márgenes y sus beneficios.

Y aunque en este periodo el SMI sí ha aumentado al ritmo de la inflación, en algunos de los sectores en los que el SMI tiene mayor incidencia los márgenes empresariales han aumentado sustancialmente. Por ejemplo, entre 2021 y 2024, en la hostelería los márgenes han aumentado un 31%, y en las actividades administrativas y servicios auxiliares, un 19%. Las empresas están ganando más, y el salario mínimo debe seguir aumentando.

Asimismo, desde CGT subrayamos que la referencia al 60% del salario medio no es un indicador suficiente de dignidad salarial. Por un lado, porque el salario medio está sobredimensionado respecto a la situación real de gran parte de la clase trabajadora debido al efecto de los salarios más elevados. Por el otro, porque el salario medio real lleva años estancado y no ha supuesto mejoras reales en las condiciones de vida.

En este contexto, la propuesta de la patronal de subir el SMI únicamente un 1,5 % resulta una broma de mal gusto, pues supone una caída del SMI real que sufrirán los trabajadores y trabajadoras más vulnerables.

La propuesta de CGT

En un contexto como este, de aumento de los márgenes y beneficios empresariales, desde CGT defendemos que el SMI real debe seguir aumentando, independientemente de cual sea el salario medio. Además, se debe aumentar el salario medio a través de incrementos salariales sustanciales en los sectores que no se ven influidos directamente por las variaciones del SMI.

Además, debe prohibirse por ley que las subidas del SMI puedan ser absorbidas por los complementos salariales. Esta práctica, llevada a cabo por numerosas empresas, ha limitado hasta ahora el efecto positivo de las subidas del SMI para trabajadores con salarios más elevados, facilitando que el salario medio se aproxime más al salario mínimo.

En conclusión, desde CGT vamos a seguir luchando por una mejora real de las condiciones laborales, del SMI y del reparto de una riqueza que cada día aumenta en unas pocas manos y envía a la precariedad a millones de personas. Una solución cada vez más insostenible contra la que estamos firmemente convencidas se puede luchar desde un sindicalismo combativo, independiente, libertario y de clase.